Angelos Sikelianos, Afrodita Urania


Es mi placer usar esa imagen de Afrodita Urania para este blog, una mujer que se ha hecho vieja amando y por eso se la representa siempre joven. Ella nunca dudó de la abundancia imparable del amor.  Algo que es sin medida, porque no tiene origen. Es lo que mantiene todo unido.

Afrodita Urania es  la Venus del atardecer, la Venus vespertina. En esa época del año en que la vemos ponerse siguiendo al Sol.  Le llamaban La Vieja, porque recorre invisible todo el cielo durante el día y sólo se hace visible cuando se está yendo detrás del sol.

Cuando comienza la noche, cuando el cielo se está llenando de estrellas.

 Ella nos ha estado mirando todo el día, nos ha estado amando, porque es la diosa del amor. Pero este amor de Afrodita Urania no elige un objeto de amor, ama todo, todo lo que le muestra la luz del sol. También es recatada, no se muestra, está oculta detrás de esa luz. Se puede sentir su presencia si sabes que está ahí, mirando y amando.

¿Podemos sentir, cómo sentían ellos, la presencia de sus dioses arquetipales en el mundo?
Porque, si uno lo piensa y lo tiene en cuenta, detrás de esa luz del sol sigue estando el cielo oscuro, lleno de estrellas.
Y en él, está Afrodita Urania. Y el magnífico Zeus y el impertérrito Kronos, el voluntarioso Ares y el ubicuo Hermes.
Es asunto de ponerse en el lugar de ellos, y sentir.


Ella no tiene madre, es hija del padre del padre del padre; de Urano, el cielo estrellado.
De allí su nombre, Afrodita Urania.

Es más antigua que los dioses olímpicos.
Nace del enfrentamiento entre Saturno -Kronos- y Urano; es decir, del enfrentamiento entre lo que nos limita y lo que nos libera.
Es como si Urano, al gestar a Kronos -al titán Saturno, el Tiempo-, que es límite, que es restricción y separación, que posibilita la forma y su evolución; también idea un recurso para nuestra liberación: Afrodita Urania.
El amor impersonal, universal, el que mantiene todo unido porque el que lo siente, se siente unido.
El que lo siente nunca está solo, ni atrapado en la forma; tampoco ama por la forma, sólo ama y así mantiene todo unido y se mantiene unido.

Lo que ponían de manifiesto con las estatuas de Afrodita Urania entrando -o también, porqué no, saliendo- en el cuerpo de una tortuga que está bajo su pie izquierdo. Porque nuestro cuerpo es lento y duro como una tortuga para Afrodita Urania.
Es un símbolo de renovación espiritual, de vivificación, de nacimiento y renacimiento:




Afrodita Urania es única.

Siento con intensidad ese arquetipo, la unión de cuerpo y alma que es arrastrado hacia arriba y sube en vuelo como se ve en esta imagen que elegí para el blog. Sea lo que sea eso que llamamos "alma", eso que nos anima, que nos vivifica y nos alza en vuelo.

Algo muy parecido al hexagrama 53 del I Ching.
La Evolución, traduce Wilhelm.
En cambio Ritsema se inclina por llamarlo La Infiltración, lo que me parece mucho más acertado con este significado de Afrodita Urania que estamos intentando comprender acá.
Ese hexagrama que habla del vuelo de una bandada de cisnes que se remonta para cruzar las montañas en su migración anual y también de un lento proceso de maduración en etapas. Que son las etapas del largo viaje de los cisnes.
Ese proceso de infiltración  necesario antes de concurrir al matrimonio espiritual que da origen al hijo sagrado, el 52, La Montaña.

Porque también está presente en el resto del mundo físico y nos atraviesa, nos infiltra, lo que llamaron nuestros ancestros neoplatónicos anima mundi, con lo cual uno puede sentir esa unión mística amorosa que no tiene fronteras, que es universal, que nos penetra.


Este poeta que les traigo acá, es griego. Él puede hablar de Afrodita Urania porque la comprende, algo tan elusivo e inmaterial y en simultáneo tan presente en la materia.
Este mundo es tan bello porque está unido con amor para nuestro deleite; se corresponde con nuestra sensibilidad, porque somos hijos de este mundo.
De tal palo, tal astilla, y no puede ser de otra manera.

Él llamó Afrodita Urania al libro de poemas de donde sale éste que les copio acá. Nos dice cosas sin decirlas, como toda poesía.



Ángelos Sikelianos

“Saludo a Nikos Kazantzakis”

Mi amigo y yo en la santa montaña, por las laderas eternas
solos al amanecer
mientras se deshacían por la primera luz los hechizos
que esparció la lluvia,

respirando profundamente veíamos hasta allá abajo
donde brillaba oculto
pálido el ancho mar, y nuestra mente, como del abeto,
la poderosa copa,

se regocijaba en la completa calma, en la bendita
fragancia del monte,
y por el frescor sentíamos hasta adentro resucitado
nuestro corazón joven…

En las frentes, en las manos, sobre todos nuestros miembros,
brillaba serenamente
la sosegada fuerza que conoció la miel de la creación,
y volviendo de nuevo

a pasar por donde libó o se amamantó en el todo
la alegría mística,
nos hacia elevar los brazos hacia un inefable culto,
como si fuesen alas…

Magna gracia sobre él iba derramando el fornido
e irrigador manantial
de la soledad, e insomne en sus ojos negros
un alma pensante

se alegraba amplia, y sagradamente, de abrazar de día
los cielos ocultos,
y como una fuente en su hondura de abrazar en secreto
la hermosa madurez de la mente…


Alto silencio nos rodeaba como un ciclópeo muro;
Y de repente, sosegada,
Cual agua fluyente cuando sin cesar llega un susurro,
La voz de mi amigo

Sonó en mis oídos: “Hermano, bendita sea la hora
en que cogí la senda,
la odorífica senda que de la población se aleja,
y te hallé tal asceta

debajo de aquel abeto, gozando en el místico
festín de la mente,
y allí, ya juntos, nos repartimos como un pan la dicha
del cielo lleno de estrellas…”


Angelos Sikelianos (1884–1951). Afrodita Urania.




...y allí, ya juntos, nos repartimos como un pan la dicha del cielo lleno de estrellas...